¿ENTRENAR O ENSEÑAR A JUGAR AL FÚTBOL?

ÍNDICE

ENTRENADORES O PROFESORES EN FÚTBOL BASE

De manera general todos aceptamos que la actividad que realizan los niños cuando comienzan a jugar al fútbol es «entrenar», y por lo tanto, las personas encargadas de dirigir ese proceso son los «entrenadores». Sin embargo, cuando los niños comienzan a practicar otras actividades como música o idiomas utilizamos la palabra «aprender», y las personas que se encargan de dirigir ese proceso son sus «profesores”. Si bien inicialmente esto pudiera parecer un detalle insignificante, en la práctica supone una enorme diferencia. Entrenar significa «preparar física, técnica y psicológicamente a una persona, especialmente para mejorar el dominio de un deporte». Mientras que enseñar significa «comunicar conocimientos, ideas, experiencias, habilidades o hábitos a una persona que no los tiene; y hacer ver de forma práctica, mediante una explicación o una indicación, cómo funciona, se hace o sucede una cosa». Un pequeño análisis de estas dos definiciones nos permite comprobar diferencias sustanciales. Mientras que el término “entrenar” tiene como objetivo final mejorar el dominio de una persona en una disciplina, en este caso jugando al fútbol, sin tener en cuenta el punto de partida ni cómo lograrlo. El término “enseñar” tiene como objetivo que alguien que no sabe jugar aprenda a hacerlo, y además hace referencia a cómo lograrlo.

ENTRENAMOS PARA ENSEÑAR O PARA GANAR

La iniciación deportiva es el periodo en el que el niño comienza la práctica del fútbol, muchas veces motivado porque juegan sus amigos o simplemente porque lo apuntan sus padres. En este momento, sus conocimientos son escasos o nulos, su afán competitivo apenas si se ha desarrollado y sus intereses personales se centran principalmente en pasárselo bien. Su aproximación inicial al fútbol, en la mayoría de los casos, es lúdica, no tiene como objetivo aprender, ni mejorar, simplemente disfrutar. Sin embargo, para seguir disfrutando, el niño necesita que sus destrezas y habilidades se desarrollen paralelamente a las del resto de sus compañeros, ya que si el entorno se torna demasiado fácil o demasiado difícil perderá el interés, bajará su motivación y terminará abandonando, es lo que con conocemos como percepción de competencia.

Atendiendo a este aspecto es fácil entender la importancia que tiene que el niño se lo pase bien mientras practica su deporte. Como responsables de esa práctica deportiva deberíamos preguntarnos cuál es la mejor forma de que el niño aprenda y se divierta a la vez, ¿entrenando o enseñando?. A simple vista, si seguimos la definición de entrenar, parece complicado que alguien pueda mejorar el dominio de algo que no se sabe, por lo que parece mucho más lógico aprender a hacerlo y después mejorar lo aprendido. Sin embargo, por desgracia, para una parte importante de los entrenadores de fútbol base es mucho más sencillo entrenar que enseñar; poner a los niños a jugar y no realizar correcciones, que diseñar tareas acordes a su edad; repetir sesión tras sesión los mismos entrenamientos, que diseñar una progresión de tareas divertida y acorde a unos objetivos; poner a jugar más tiempo a los mejores para ganar partidos, que repartir minutos equitativamente para favorecer los diferentes ritmos de aprendizaje de todos los niños.

FALTA DE AUTOEXIGENCIA O DE CAPACIDAD

Entrenar a niños que se encuentran en periodo de formación es extremadamente complejo pero, por desgracia, también es extremadamente sencillo. Los niños son inocentes, y no saben si lo que hacen está bien o mal, si es normal hacer siempre los mismos ejercicios o si esos ejercicios son los adecuados para su edad… ellos no tienen capacidad crítica suficiente, ni conocimientos, ni experiencia como para poner en tela de juicio lo que su «entrenador» dice que hay que hacer. Así, lamentablemente, muchas veces nos encontramos con que los encargados de dirigir equipos de niños son personas con muy poca formación y experiencia, mal pagados, que conscientes de la escasa exigencia de sus pupilos ni siquiera llevan preparadas las sesiones, inventándoselas sobre la marcha, carecen de una planificación anual de contenidos y ni se plantean si lo que hacen, y cómo lo hacen, tiene algún tipo de repercusión positiva o negativa en los niños.

Ante semejante desastre pedagógico, los adultos debemos exigir que a los niños se les enseñe a jugar al fútbol y no que se les entrena; que exista una planificación de contenidos de enseñanza adecuada a la edad de cada grupo; que sus «entrenadores» lleven los entrenamientos preparados; que haya variedad en las tareas; que se atienda a la motivación y a las características psicopedagógicas cuando se planteen las sesiones, y que se tenga en cuenta que los partidos, suponen minutos de enseñanza, de formación no reglada, y que, por lo tanto, se deben repartir por igual para dar a todos las mismas oportunidades de aprender y progresar. Por no decir además que la iniciación deportiva en fútbol no es gratis, y que, por lo tanto, todos tienen derecho a recibir una educación deportiva igual y de calidad.

CONFORMISMO PATERNO O DESCONOCIMIENTO

Quizá el problema sea la dificultad para medir el nivel de aprendizaje o la progresión de un niño desde el inicio hasta el final de una temporada. De hecho, entre los padres es típico escuchar la frase «yo lo que quiero es que el niño juegue…» es curioso… ¿Apuntaría usted a su hijo a clases de piano a que lo sentarán frente al instrumento y le dijesen «toca»?, ¿estaría usted satisfecho si al terminar el curso su hijo no supiera tocar ni una sola canción pero golpease las teclas más fuerte?…… en ese caso… ¿por qué en fútbol sí lo está cuando el entrenador pone a su hijo en el campo y le dice «juega»? ¿por qué sí lo está cuando termina el año y el niño no ha aprendido nada nuevo aunque chute más fuerte?. 

Los niños afrontan la práctica del fútbol con mucha ilusión, sin saber que a la larga este deporte puede ser una gran fuente de desilusiones y malos momentos. Obviamente no todos los niños que practican fútbol llegarán a ser futbolista, y ni si quiera es lo que todos quieren; al igual que no todos los que tocan el piano serán ni desean ser pianistas. Sin embargo, esa inocente ilusión que se refleja en las ilusas reflexiones de estos pequeños es exactamente lo que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de exigir una formación humana y de calidad. No fallar a esa ilusión es lo que nos debe empujar a exigir que en fútbol base no se entrene, sino que se enseñe.