CRIANDO FUTBOLISTAS: CLAVES FAMILIARES DEL ÉXITO

como ayudar a tu hijo en el fútbol. Advitalent. Estilos educativos parentales. Practicas educativas parentales. Advisoccer

ÍNDICE

El principal elemento que forma parte de las estrategias de socialización que llevan a cabo los padres, son las «prácticas educativas». Estas se definen como el comportamiento utilizado por los padres para lograr objetivos específicos de socialización en sus hijos. Se trata de comportamientos puntuales cuyo objetivo es ayudar al niño a adquirir normas de convivencia, tanto dentro como fuera de casa, mediante la evaluación de las consecuencias de sus actos. Podemos dividir las prácticas educativas en dos tipos, las prácticas educativas negativas, y las prácticas educativas positivas:

PRÁCTICAS EDUCATIVAS PARENTALES NEGATIVAS

Las prácticas educativas negativas hacen referencia a comportamientos y actitudes violentas por parte de los padres, tales como el castigo físico o la agresión verbal, que han sido relacionadas con el aumento de la inadaptación en los hijos. El uso del castigo físico tiene como objetivo producir en el niño una lesión dolorosa, no grave, que sirva para corregir o controlar su comportamiento. Mientras que la agresión verbal se caracteriza por comportamientos de intimidación, como fuertes discusiones o gritos; lenguaje hiriente, como maldecir, jurar o amenazar; o incluso lenguaje humillante, cuyo objetivo principal es provocar en el niño dolor emocional e incomodidad. Siempre con el fin de corregir o controlar un comportamiento inadecuado.

La agresión física se ha asociado a múltiples comportamientos y experiencias negativas en el niño, tales como la depresión y la ansiedad, la disminución de su salud mental, el aumento de la agresividad, la conducta antisocial y delictiva, así como a una disminución de la calidad en la relaciones padre-hijo. Mientras que la agresión verbal está asociada a comportamientos agresivos y delincuencia, conflictos interpersonales, depresión, aislamiento social y conflictos en la internalización de normas y valores. Algunos estudios afirman que los niños expuestos a prácticas educativas negativas por parte de sus padres desarrollan creencias disfuncionales del yo que se pueden clasificarse en:

  • Creencias de impotencia: «Yo soy… un fracasado total, un defectuoso incompetente e inadecuado».
  • Creencias de no bondad: «No soy digno de amor, no valgo nada, soy diferente, no deseable, no deseado».

La exposición permanente a este tipo de prácticas disciplinarias y el desarrollo de este tipo de creencias puede llevar al niño a dos tipos de consecuencias:

  • Alejar a los niños de los padres de forma irrecuperable, erosionando la relación entre padres e hijos.
  • Desarrollar síntomas de ansiedad y depresión, que provocarán a su vez un aumento de las tensiones en la relación padres-hijos.

PRÁCTICAS NEGATIVAS EN EL DEPORTE

En el ámbito deportivo el comportamiento de los padres puede tener graves consecuencias en el desarrollo de los hijos. Hellstedt (1995) afirma que ambientes familiares rígidos, desorganizados, pobres, donde se tienen expectativas irreales, o en los que no se acepta la autoridad del entrenador pueden afectar negativamente al rendimiento del joven futbolista. Algunas prácticas educativas parentales negativas asociadas al deporte son:

  • Comportamientos como el enfado o la crítica, cuando el rendimiento deportivo de los hijos no es acorde con las expectativas. En este sentido, la investigación realizada por Shields, Bredemeir, Lavoy & Power (2005) demostró que el 15% de los padres de una muestra de 803 deportistas reconocían haberse enfadado con sus hijos por este motivo.
  • Culpar a los hijos del dinero y tiempo invertido en su formación deportiva. La investigación llevada a cabo por Scanlan, Steis & Ravizza (1991) mostró que la presión generada por las críticas debidas al bajo rendimiento o las culpas por el dinero invertido era fuente de estrés para los jóvenes deportistas.
  • El exceso de implicación parental y las expectativas demasiado altas sobre el rendimiento del deportista (Smoll, Cumming & Smith, 2011).
  • Los consejos antes de las competiciones (Scalan, Steis & Ravizza, 1991).
  • Un enfoque excesivo en la victoria (Turman, 2007).

El estudio llevado a cabo por Crespo & Miley (1999) demostró que la principal fuente de estrés físico y emocional que afecta a los jóvenes tenistas son sus padres y que, a menudo, una presión excesiva conduce al abandono del deporte. Estos resultados son similares a los obtenidos por DeFrancesco & Jhonson (1997) quienes encontraron que para el 33% de los padres ganar era muy importante. El 20% reconocía haberse comportado de forma inapropiada cuando sus hijos jugaban por debajo de sus expectativas, y el 50% de los jugadores reconocía que en alguna ocasión había sentido vergüenza del comportamiento de sus padres.

Todos estos comportamientos aumentan la presión en los hijos y su ansiedad, lo que se asocia al abandono prematuro del deporte. En esta línea, Collins & Barber (2005) demostraron que los deportistas que percibían que para sus padres su éxito era muy importante mostraban valores de ansiedad más elevados. Resultados similares encontró el estudio realizado por Scanlan, Stein & Ravizza (1991) con jóvenes patinadores de élite, quienes demostraron que la familia era tanto fuente de refugio como de fuente de presiones.

Contrariamente, varios estudios han demostrado que cuando los deportistas perciben que el nivel de implicación de sus padres en su práctica deportiva es moderado sienten menos estrés y ansiedad que cuando perciben niveles muy altos o muy bajos de implicación paterna. Además, otros estudios han demostrado que una implicación moderada paterna favorecen en los hijos mayores niveles de disfrute y diversión durante la práctica deportiva. Por último, el estudio realizado por Kanters, Casper & Bocarro (2008) en el que participaron 108 jóvenes jugadores de hockey hielo y 108 padres, demostró que los niños que perciben la implicación de sus padres como de apoyo y compromiso adoptan actitudes positivas hacia el deporte y se sienten más competentes, mientras que los niños que perciben una implicación negativa en sus padres pierden interés por el deporte y se autoperciben como menos competentes.

PRÁCTICAS POSITIVAS EN EL DEPORTE

Las prácticas educativas parentales positivas hacen referencia a las advertencias verbales que los padres utilizan para explicar, justificar, motivar y enseñar a sus hijos, con el objetivo de cambiar un comportamiento incorrecto (Hoffman, 2001). Dentro de estas prácticas distinguimos el uso de reglas y normas claras, el refuerzo directo de la conducta deseada, el retiro de privilegios ante comportamientos no deseados y la inducción del razonamiento, viendo las situaciones de conflicto como una oportunidad para el crecimiento personal de los hijos.

Algunos estudios han demostrado que las prácticas educativas positivas, en las que se da apoyo y cariño, que fomentan la comunicación dentro de la familia, y que establecen reglas claras de comportamiento, aumentan el grado de sociabilidad, cooperación y autonomía de los hijos, inciden positivamente en la autorregulación emocional y mejoran la gestión de las emociones.

La influencia de las prácticas parentales positivas es destacada por Martindale, Collins & Abraham (2007), quienes demostraron que el adecuado desarrollo del talento requería de un ambiente propicio basado en los siguientes aspectos:

  • Objetivos y métodos a largo plazo, para evitar generar estrés en los deportistas.
  • Una amplia gama de ejercicios, que permitieran desarrollar al jugador en todos los aspectos, físico, psicológico y social.
  • Mensajes coherentes por parte de padres y entrenadores.
  • Apoyo constante al jugador, sobre todo en la adolescencia.
  • Énfasis en el desarrollo adecuado del jugador
  • Revisión y reestructuración de los objetivos.

En líneas generales podemos afirmar que las prácticas educativas positivas no sólo tienen efectos beneficiosos para el desarrollo del niño, sino que además son un factor de protección frente a problemas de naturaleza externalizante e internalizante, como los relacionados con las prácticas educativas negativas.

INFLUENCIA POSITIVA EN LA MOTIVACIÓN

La importancia de la motivación para convertirse en un talento son recogidas por Gagné (2008) dentro de los catalizadores intrapersonales de su modelo. Específicamente dentro del ámbito deportivo han sido numerosos los autores que han destacado su importancia, por ejemplo Singer & Orbach (1999) señalan que un alto grado de motivación es esencial para alcanzar el éxito; Gilar & Castejón (2003) afirman que uno de los aspectos de los que depende el éxito del proceso de formación del talento deportivo es su motivación; mientras que para otros, la motivación de logro debe ser uno de los aspectos a evaluar en el proceso de detección de talentos.

Pomar (2011) afirma que la vida nos deja a muchos sujetos altamente dotados incapaces de desarrollar todo su potencial, ya que carecen del combustible necesario para recorrer todo el camino hasta convertirse en talentos. Ese combustible es la motivación de logro la cual descansa sobre tres pilares básicos:

  • Las expectativas de éxito (percepción ambiental).
  • La confianza en las capacidades de uno mismo (autoeficacia).
  • El valor dado a la tarea, al resultado o ambos (interés significativo).

La importancia de las expectativas de éxito en el camino para convertirse en un talento en fútbol es corroborada por los resultados obtenidos por García & Refoyo (2014) quienes estudiaron la influencia de las expectativas de éxito en el rendimiento de un grupo de futbolistas profesionales de 2ª División A, encontrando relaciones positivas estadísticamente significativas.

La motivación ha sido otro de los aspectos estudiados en relación con los estilos educativos parentales. Por ejemplo, Mendoza (2013) demostró relaciones positivas entre deportistas con altos niveles de motivación de logro y altas puntuaciones a sus progenitores en las dimensiones amor; autonomía y amor; y amor y control; observándose que cuanto más alta era la puntuación en estos aspectos más alta era la puntuación en la escala de motivación de logro, siendo este hecho especialmente significativo en el caso de las madres. Estos datos ya fueron señalados anteriormente por autores como Baumrind (1971) o Watson & Lingrend (1991), quienes afirman que los padres que fomentan un estilo democrático, que orienta y dirige al niño de manera firme pero razonable, valorando sus resultados, y respetándolo como individuo, son los que fomentan mayores niveles de motivación de logro.

En el otro extremo, la investigación de Mendoza (2013) demostró una relación negativa y significativa entre la motivación de logro y aquellos sujetos que puntuaban alto a sus padres en control y hostilidad; hostilidad; y hostilidad y negligencia. Si bien se encontraron diferencias entre la percepción del padre y de la madre, observándose que aquellos sujetos que perciben una mayor permisividad en sus madres tenderán a mayores niveles de motivación de logro, mientras que en el caso de los padres es al contrario, una mayor permisividad percibida provocará una disminución en la motivación de logro. En el caso de la dimensión control y hostilidad, se observa que cuando las puntuaciones son altas en los padres existe una tendencia menor hacia la motivación de logro.

En su estudio, Mendoza (2013) concluye diciendo que estos datos confirman el planteamiento expuesto por McClelland (1953), quien en su libro The achievement motive, subraya que los padres deben promover la independencia en sus hijos, permitiéndoles hacer las cosas por sí mismos, reforzándoles de manera afectuosa, lo que contribuirá notablemente al establecimiento de la motivación al logro.

INFLUENCIA POSITIVA EN AUTOEFICACIA Y COMPROMISO

En su «Modelo Diferenciado de Dotación y Talento» Gagné (2008), dentro del apartado correspondiente al «Proceso de Desarrollo», diferencia entre tres subcomponentes. Uno de ellos es la «Inversión», dentro del que encontramos el elemento «inversión de energía psicológica», que bien podría ser equiparado a lo que otros autores han llamado compromiso, persistencia o constancia. La importancia del compromiso en el desarrollo del deportista de élite ha sido señalada por muchos autores:

  • Lesma et. al., (2011) señalan la importancia de un elevado compromiso como elemento imprescindible para el logro del éxito deportivo.
  • Lorenzo (2000) afirma que es necesario un elevado compromiso para soportar las cargas de entrenamiento cada vez más grandes en el deporte profesional.
  • Csikszentmihalyi & Robinson (1986) señalan que uno de los aspectos íntimamente relacionados con el desarrollo del talento es poseer una serie de características de personalidad que contribuyan al desarrollo del compromiso.
  • Ruiz, Sánchez, Durán & Jiménez (2006) en su revisión sobre las características del talento o sujeto experto afirman que estos poseen un elevado nivel de compromiso.
  • Tschiene (1989) afirma que el compromiso es uno de los aspectos emotivos a evaluar en el proceso de detección de talentos.
  • Finalmente, los futbolistas entrevistado en el estudio realizado por Pazo Haro (2011) señalaron la constancia como la cualidad más importante para llegar a la élite en su deporte.

Los postulados de Bandura (1997) sugieren que los pensamientos de eficacia o ineficacia pueden ejercer una enorme influencia en el desarrollo de los sujetos, a la vez que funcionar como predictores válidos sobre el resultado de los acontecimientos futuros. De manera que los pensamientos de eficacia o ineficacia orientarán nuestros recursos personales hacia la consecución del éxito o el fracaso, lo que a su vez alimentará esos mismos sentimientos de cara a futuras situaciones (Bandura, 2000; Eccles & Wigfield, 2002).

Cuando tenemos que enfrentarnos a situaciones complejas, difíciles o imprevistas, alejadas de la rutina y el automatismo, nos surgen dudas en torno a nuestra capacidad para hacer frente con éxito a esa tarea. Este tipo de situaciones complejas nos exige mayor implicación mental, tanto a nivel atencional, como perceptivo y cognitivo, que hacen que pongamos en marcha toda una serie de procesos orientados, no sólo a la consecución directa de esa meta, sino a mantener el interés y el compromiso en ejecutar las acciones adecuadas que garanticen la concentración y el esfuerzo necesarios.

En este sentido, las creencias de autoeficacia harán que la disposición del sujeto a la hora de enfrentarse a una situación sean diferentes, poniendo más o menos empeño en conseguirla en función de cómo valora sus probabilidades de éxito. Perseverando en aquellos casos en los que confía en sus posibilidades, y abandonando precipitadamente en aquellas situaciones en las que cree que el objetivo es demasiado alto o inalcanzable.

Los padres con elevados sentimientos de autoeficacia se caracterizan por percibir las dificultades como oportunidades para poner a prueba sus potencialidades, aspiran a metas elevadas, presentan un elevado nivel de compromiso y superan con facilidad las dificultades en torno a la educación de sus hijos (Bandura, 1997), sus prácticas educativas se caracterizan por una mayor sensibilidad hacia las necesidades y el desarrollo de sus hijos, participan más activamente en la vida social de éstos, y facilitan vivencias desafiantes a sus hijos, que les permitan probarse y tener éxito. Tienden a la aprobación, el premio y el estímulo, favoreciendo en sus hijos el desarrollo de una mayor confianza para hacer frente a todo tipo de situaciones (Pastorelli et al. 2014).

Por el contrario, los padres con baja autoeficacia sienten dudas constantes sobre su capacidad para perseverar en la transmisión de valores y normas a sus hijos cuando surjan problemas. Esto genera incertidumbre y ambigüedad a su alrededor, lo que se refleja en una práctica educativa ineficaz que, como resultado, generará inseguridad y falta de confianza en sus hijos a la hora de hacer frente y resolver problemas.

En este sentido el estudio de la influencia parental sobre la participación deportiva de niños y adolescentes es actualmente explicado con mucho acierto por la teoría de Hoover-Dempsey & Sandler (2005), que si bien no aclara los mecanismos por los cuáles los padres influyen en el rendimiento y el comportamiento de logro de los hijos, sugiere que se debe a la retroalimentación que proporcionan en relación a su nivel de competencia, ya que el comportamiento de los padres favorece la interpretación del niño sobre su propia competencia, modelando sus expectativas futuras.

Así pues, los padres, en base a sus creencias personales, realizan una evaluación de las capacidades de sus hijos, proporcionándoles diferentes niveles de ánimo, apoyo y oportunidades. De manera que la combinación de características parentales, patrones de apoyo social, y oportunidades, se traducen en diferentes niveles de competencia percibida y de expectativas por parte del niño en la práctica deportiva.

La importancia del apoyo social en el ámbito deportivo también es señalado por Morgan & Giacobbi (2006), en un estudio cuyos resultados mostraron que el apoyo social era una de las claves principales en la consecución del éxito, opinión que también es compartida por Rees & Hardy (2000). En el deporte del fútbol otro estudio realizado por Holt & Dunn (2004) señala que son cuatro las claves psicosociales del éxito en este deporte: la disciplina; el compromiso; la resiliencia; y el apoyo social, el cuál a su vez se dividía en tres categorías: el apoyo emocional de los padres; el apoyo informativo de los padres; y el apoyo tangible de los padres. En una línea similar, un estudio llevado a cabo con futbolistas de categoría cadete por parte de Torregrosa et al. (2006) demostró que los comportamientos de apoyo y comprensión de los padres favorecen el compromiso de los hijos en el deporte y disminuyen la probabilidad de abandono deportivo, mientras que los comportamientos directivos y la presión lo dificultan.

INFLUENCIA POSITIVA EN LAS EXPERIENCIAS DE FLUJO

Cuadra & Florenzano (2011) afirman que las experiencias de flujo son estados de disfrute, control y atención focalizada, que se alcanzan cuando las oportunidades de acción percibidas en el entorno coinciden con las habilidades percibidas en uno mismo. Mientras que las situaciones en las que se percibe un desequilibrio entre las demandas de la actividad y nuestras capacidades generan estados experienciales negativos como estrés o ansiedad.

Csikszentmihalyi & Robinson (1986) consideran que en el ámbito deportivo las variables psicosociales tienen una importancia fundamental en el proceso de desarrollo del talento, otorgando una importancia fundamental a varios aspectos:

  • El reconocimiento social.
  • Rasgos de la personalidad que contribuyen al compromiso.
  • La conciencia entre el desarrollo del trabajo y las relaciones sociales.
  • El papel que ejerce el apoyo familiar al deportista.
  • Los entrenadores que propician el desarrollo del talento.
  • La consecución de recompensas.
  • Las experiencias de «flujo» experimentadas.

Rathunde (1996) señala que cuando las relaciones que se establecen dentro del contexto familiar se articulan de tal forma que favorecen experiencias de flujo, los hijos desarrollan habilidades para convertir cualquier situación cotidiana en una oportunidad para el disfrute y el crecimiento personal. En esta línea Mesurado (2009) realizó un estudio cuyo objetivo era establecer las relaciones entre la percepción de experiencias de flujo y el estilo educativo parental. Llegando a la conclusión de que la percepción de aceptación por parte de la madre era un indicativo válido para la predicción de experiencias de flujo.

Mesurado (2009) afirma que una condición indispensable para alcanzar un estado de flujo es que la persona perciba que tiene la capacidad suficiente para superar los desafíos que le ofrece una tarea, percepción que puede ser propiciada por un estilo parental caracterizado por el uso del afecto, el refuerzo positivo y la aprobación. 

Específicamente dentro del deporte del fútbol García, Cervelló, Jiménez, Iglesias & Santos-Rosa (2005) realizaron un estudio en el que participaron 117 jugadores de fútbol, con el objetivo de determinar qué variables predicen la motivación en jugadores de fútbol y qué relación mantiene dicho estado de motivación con las experiencias de flujo. Los resultados mostraron que solamente las variables relacionadas con la percepción de criterios de éxito relativos al ego o a la tarea eran predictores válidos del estado de flujo. Además, los resultados mostraron que los jugadores que manifestaban un estado de flujo y estar implicados motivacionalmente hacia la tarea mostraban niveles de satisfacción positivos, mientras que los que tenían una implicación motivacional hacia el ego mostraban niveles de satisfacción negativa.

INFLUENCIA POSITIVA EN EL DESARROLLO EMOCIONAL

La importancia de un adecuado desarrollo emocional ha sido señalado por numerosos autores como un aspecto fundamental en el proceso de formación del deportista de élite. Por ejemplo, Torrescusa & Laguna (2000) consideran que esta es una de las características psicológicas básicas que se deberían evaluar en el proceso de detección de jugadores. Ruiz, Sánchez, Durán & Jiménez (2006) realizaron un estudio sobre las características emocionales que reúnen talentos o expertos en el deporte, destacando, entre otros:

  • Que poseen una mayor inteligencia emocional que les permite soportar mejor las exigencias de la competición.
  • Que se ven menos afectados emocionalmente por las situaciones de riesgo o ansiedad.

Los estados de ánimo se consideran reminiscencias de las emociones, Scherer (2005) los define como estados difusos que aparecen sin un motivo específico y de manera prolongada en el tiempo. Las actitudes que los padres transmiten a sus hijos desempeñan un papel crucial en el desarrollo emocional y social de los niños, el cual se va construyendo a través de un proceso interactivo entre padres e hijos, que es idiosincrático de cada familia y cada contexto cultural.

Los estados de ánimo positivos están relacionados con el bienestar físico y psicológico, con la convivencia, la capacidad para resolver conflictos, la felicidad o la resiliencia, mientras que los estados de ánimo negativos, como la ira, la tristeza o el miedo, están asociados a altos niveles de estrés, ansiedad y depresión. Por otra parte, algunos estudios relacionan los estilos educativos autoritario y permisivo con problemas somáticos, psicológicos y adaptativos. Los problemas adaptativos hacen referencia al ajuste de las personas con ellas mismas, es decir su autoconcepto, su satisfacción y su adecuado comportamiento dentro de los contextos educativos y sociales. 

Diversos estudios citados por Montoya-Castilla et al. (2014) parecen corroborar que el estilo permisivo es el que peores repercusiones tiene sobre el niño, afectando peor a las emociones y los problemas internalizantes y externalizantes. La explicación de porqué el estilo permisivo es más dañino incluso que el autoritario radica en que los padres no atienden a la conducta del niño, ni para corregirlo ni para ponerle límites, lo que provoca que estos se sientan poco atendidos y poco queridos, afectando negativamente a su desarrollo emocional. En el lado opuesto, el estilo democrático es el que ha demostrado tener más beneficios para el niño, se asocia a emociones positivas, menos síntomas somáticos y bajos niveles de inadaptación.

En una investigación realizada por Mestre, Martí, & Samper (1996) se estudió la relación existente entre los estilo educativo parentales y el autoconcepto. A nivel general, los resultados mostraron los siguiente:

  • La madre tiene una influencia mayor en el desarrollo del autoconcepto que el padre.
  • Las puntuaciones más altas en autoconcepto proceden de padres que combinan una autonomía moderada con la estimulación hacia el pensamiento independiente y muestras frecuentes de afecto, apoyo emocional y evaluaciones positivas.
  • Las puntuaciones más bajas en autoconcepto se relacionan con estilos educativos caracterizados por un control estricto, en el que se promueven sentimientos de culpa, debido a la aplicación frecuente de castigos, evaluaciones negativas del comportamiento, rechazo e ignorancia.

En el fútbol de élite la importancia del autoconcepto es puesta de manifiesto por Arostegui, Goñi, Zubillaga & Infante (2013), quienes demostraron que los futbolistas de élite obtienen puntuaciones estadísticamente más altas en la autopercepción de habilidad, condición, atractivo, fuerza y autoconcepto físico general, pero no en autoconcepto general.

Por su parte, Mestre et al. (1996) afirman que todos los factores del autoconcepto, tanto los globales (autoconcepto, autoestima y autocomportamiento), como los específicos (físico, personal, familiar, moral-ético y cívico), están estrechamente relacionados a nivel positivo con estilos educativos que promueven la autonomía y el amor; y a nivel negativo con estilos educativos caracterizados por el control y la hostilidad. Por ello es clave un correcto apoyo emocional de los padres para ayudar a los hijos a superar fracasos, periodos de bajo rendimiento, situaciones de estrés provocadas por la participación en eventos deportivos, así como periodos de recuperación tras una lesión.