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A modo de resumen, y tras el análisis de las aportaciones realizadas por los diferentes autores, podemos afirmar que no existe un criterio unánime a la hora de establecer cuál debe ser la secuencia a seguir a la hora de enseñar a jugar al fútbol. Contrariamente, si bien es cierto que existen puntos en común, se aprecian también diferencias sustanciales en los criterios más importantes. Por ello, quizá lo más interesante sea analizar los acuerdos a los que los diferentes autores han llegado respecto del proceso de iniciación al fútbol, pues sin duda son los que nos ayudarán a llevar por buen camino el proceso de enseñanza de nuestro deporte. De entre todos estos acuerdos destacan los siguientes:

1. Es necesario adaptar los procesos de enseñanza-aprendizaje a los diferentes momentos evolutivos por los que pasa el niño. 
2. La iniciación al fútbol es un periodo en el que se enseñan habilidades específicas. Por ello, es ineludiblemente la existencia de una fase previa de enseñanza de las habilidades motrices básicas. Eso no quiere decir que no se pueda enseñar a jugar al fútbol antes de los 12 años. Sino que se debe priorizar el desarrollo de la motricidad general por encima de la enseñanza de momentos concretos del juego.
3. Se sugiere que tras una primera fase de enseñanza de habilidades básicas lo recomendable es continuar con una fase de iniciación a los deportes colectivos de invasión.
4. Los diferentes autores coinciden en la importancia que tienen las actividades lúdicas y los juegos en la enseñanza del fútbol.
5. Se aconseja una primera fase de familiarización con el balón. Además, se insiste en la importancia de utilizar todas las superficies de contacto posibles, y no sólo las típicas del fútbol, para formar así una buena base perceptivo-motriz.
6. Se distinguen dos propuestas de enseñanza. La primera o tradicional, orientada a la edad y experiencia del jugador, basada en categorías, con una serie de objetivos y contenidos didácticos. La segunda, más actual, en la que los jugadores participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje en función de su nivel de desarrollo madurativo y no de su edad cronológica.
7. Se acepta la existencia de un rango de edad, en torno al último año de benjamín y toda la categoría alevín (de 8 a 12 años), en la que el jugador da un salto cuantitativo y cualitativo en su formación. Se trata de una fase adecuada para aumentar la calidad de los jugadores, en la que se abandona el egocentrismo y se pasa del juego individual al colectivo.
8. Por último, la mayoría de autores destacan la importancia de realizar esfuerzos formativos centrados no sólo en la ejecución, sino también en la percepción y la toma de decisiones.